Teatro Centro de Arte

Noticias

C.C. RECOLETA, UN ESPACIO RECOBRADO

Revista Ñ
c.c.-recoleta-espacio-recobrado

Acaso demasiado ambiciosa para aspirar a reflejar una “Historia de la Eternidad” por breve que ésta sea, la muestra que con este titulo inauguró a principios de mayo en la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, fue celebrada como un retorno. O acaso más precisamente, como una forma de zurcir etapas recientes y pasadas que fueron abruptamente separadas en 2016. De allí que el texto del artista cordobés Pablo Peisino, aplicado en una manta y colocado a la entrada resonara prometedor: “Somos la segunda temporada de una serie que no va a terminar”.

Flanqueado por dos grandes tapices del talentoso binomio Chiachio & Giannone, esa suerte de portal de ingreso fue leído como expresión de deseos compartidos. Y ya anima a imaginar una vuelta de la emblemática sala Cronopios en el sentido de los importantes logros que definieron su protagonismo en el arte argentino de las últimas décadas. ¿Cómo olvidar la conmovedora muestra Identidad de 1998, que diseñó un amplio colectivo de artistas con espejos y rostros de jóvenes desaparecidos? ¿O las retrospectivas de León Ferrari, que en 2004 generó una polémica tan enriquecedora? ¿Y las de Liliana Maresca, Roberto Aizenberg, Pablo Suárez y Jacques Bedel, entre tantos otros, cuyos poderosos ecos resuenan en ese ámbito?

No cabe duda que a partir de ese umbral, las obras desplegadas en esa gran sala y las adyacentes J y C en esta oportunidad, no hicieron más que alentar ese sentimiento de valoración reivindicativa.

El recorrido a través de las piezas que eligió y ordenó el curador Dani Fischer con gran sensibilidad, no propone una sucesión de núcleos argumentales, sino una serie de momentos y relaciones donde la experiencia sensible se impone al discurso. Algo que seguramente podrá desorientar a muchos acostumbrados a la articulación secuencial de relatos.

En ese sentido, la eternidad aludida en el título de la muestra, Breve Historia de la Eternidad, encuentra su justificación en la propia palabra de Borges que la refiere como: “un artificio espléndido que nos libra, siquiera de manera fugaz, de la intolerable opresión de lo sucesivo” (1936).

A ese “artificio espléndido que nos libra de la opresión de los sucesivo” pareciera dirigirse el orden de las obras que integran esta muestra. Desde las piezas de Elba Bairon que, en su exquisita quietud lucen sustraídas del devenir en un dispositivo de exhibición, a los destellos florales de Román Vitali en recipiente tumbado sobre un sinuoso soporte que jerarquiza de modo superlativo su presencia en el espacio. El visitante puede emprender derivas varias. Puede atravesar las rejas de Eduardo Basualdo y alcanzar Negro que mueve el pluriverso, la instalación de cerámicas policromas de Marina De Caro que forma parte de su proyecto de Cromoactivismo. Pero también acercarse a “Perejiles”, la polisémica obra de Ana Gallardo que junto a “Material descartable” alude dramáticamente a las prácticas de abortos urgentes. Fuertemente políticas ambas, no desdeñan un modo sensible. Algo a lo que el curador ha prestado mucha atención. Toda la disposición de obras en la sala J revela esta preocupación que se materializa en un ritmo secuencial que por momentos articula las obras de Ana Gallardo, Ananké AssefJorge Macchi alrededor de detalles en rojo que se reiteran en cada obra. El conjunto incluye piezas de gran porte e impacto visual como No demasiado Lejos, el gran manto dorado de papel intervenido de Matilde Marín –que hubiera requerido una distancia más holgada de la estructura tubular de Luciana Lamothe– que, de algún modo, se interpone en su perspectiva.

De todos modos, y más allá de estos detalles, el espacio central de Cronopios ofrece al visitante una experiencia contundente a partir de un equilibrio adecuado al lucimiento de cada obra. Así ocurre con aquellas a las que se le ha creado un espacio propio. Tal el caso de la conmovedora serie de videos Rebeliones de Gabriela Golder –que, lamentablemente no acaba de tomar distancia de un tratamiento de imagen muy próximo a Bill Viola–. Y la serie de tapices calados de Pablo Lehman con Palabras perdidas y Atribuciones eternas. Pero también, el recodo en el que encuentran lugar los evocadores Fragmentos de mi cuerpo de Nushi Muntaabski, Fortuna Material, la pila de muebles y artefactos de Eugenia Calvo o la intervención en el piso ¿Qué podemos construir juntos? Lluvia, astrología impredictiva de Catalina León.

El equilibrio entre piezas que requieren gran desarrollo en el espacio y las que sólo reclaman un lugar discreto en la pared es sumamente importante. Así se ha logrado hacer convivir muy bien las inquietantes placas madre de computadoras en desuso de Circa de Gabriel Valansi y las dos obras insidiosamente ingenuas Violinist/Monkey, Red with Dog de Liliana Porter.

También entre la serie de fotografías de pequeño y medio formato de Grete Stern, Alejandro Kuropatwa, Robert Mapplethorpe, Hiroshi Sugimoto y Sophie Calle que le confieren prestigio internacional al conjunto pero que, a la vez, ponen en un mismo plano a artistas argentinos y a estos grandes consagrados del arte contemporáneo. Importa subrayar que el mencionado equilibrio no refiere solamente a la relación formal entre las piezas sino también a la convivencia de intenciones y poéticas. Algunas más sensuales, líricas como la obra de José Marchi; otra paródica como la de Marcos López y otras decididamente más políticas como las de Graciela Sacco, Tomás Espina o Adriana Lestido.

Nada de esto hubiera sido posible sin la conjunción del decisivo aporte de dos importantes colecciones privadas radicadas en Córdoba, varias galerías de Buenos Aires, el equipo de producción del Centro Cultural Recoleta y los propios artistas de distinta residencia que se pusieron al hombro la construcción de muchas de las obras de envergadura que aquí se exhiben. Así, en esta reunión de cuarenta artistas nacionales e internacionales importa subrayar tanto el aporte de esas dos colecciones formadas y radicadas en una provincia como el hecho que el propio curador sea alguien que vive y trabaja en Chaco.

Por otro lado, una de las piezas que ejerce mayor fascinación en el público por su lirismo, dimensión y capacidad de incitar distintas formas de participación del público es La tierra más ajena del joven artista cordobés Santiago Viale, que ocupa todo el espacio de una de las salas adyacentes a Cronopios. Basada en el poemario del mismo nombre de Alejandra Pizarnik, fue imaginada como dos puentes o miradores desde los cuales dos personas se contemplan a la distancia, imposibilitadas de acercarse y separadas por un campo de trigo que mece la brisa. La idea es la de una compleja maquinaria de madera que pareciera concebida para detener el tiempo y recrearlo en ese instante poético.

Así podría decirse también que la Breve Historia de la Eternidad se despliega en esta exhibición a través de los diversos modos en que el arte se hace eco del tiempo. Presente, pasado o futuro, ya en su permanencia, su fugacidad o simplemente la brevedad de un instante. ¿Serán estos eslabones de una eternidad posible?

Tu colaboración es vital para que podamos continuar iluminando la ciudad con los colores del arte.
Recibe nuestros últimas promociones novedades y eventos directamente en tu e-mail
Auspiciantes