Alrededor de las 19:20 algunos sonidos comenzaron a adueñarse del auditorio del TCA. Eran los músicos rusos, vestidos de manera desigual, que afinaban sus violines, sus violonchelos. Relajados, sentados en las sillas que ya estaban dispuestas sobre un escenario, practicaban acompañados de su maestro Alexander Titov.
Mientras se producía esa simbiosis artista-instrumento, los músicos ensayaban los acordes y algunos, sonriendo, parecían decirle a quienes los veían: “sabemos lo que hacemos”. Y en la práctica lo demostraron.
No dijeron ni una sola palabra en español, pero el lenguaje universal de los sonidos logró que todos se compenetraran al ritmo de la música de Glinka o de Tchaikovsky.
Alumnos de conservatorio fueron los primeros en escuchar a la Orquesta. En las dos últimas filas de la platea baja del teatro, un grupo de jóvenes escuchaba atento, emocionado el ensayo de la sinfónica rusa. Aunque este no fue extenso, sino más bien un aperitivo del banquete musical que se vendría momentos más tarde, quedaron satisfechos.
Karen Ramírez, del conservatorio Antonio Neumane, aseguró que en la Orquesta se nota una gran dedicación, mientras que Doménica Vera, otra alumna de ese instituto, estaba impresionada por la cantidad de músicos que la conforman (85) y por su alta digitación y coordinación. Entre los intervalos del ensayo, algunos estudiantes no podían retener sus aplausos, pero al final, aquellos y los que habían permanecido en silencio, se pusieron de pie y aplaudieron. Varios de los músicos los correspondieron, alzando las manos y sus instrumentos.
Luisa Caputi de Cuesta, presidenta de la Sociedad Femenina de Cultura, expresó que traer al país a una orquesta como la de San Petersburgo fue un esfuerzo económico muy grande. Confiesa que no esperaba una sala llena como la que se vio durante el recital, pero la gente la sorprendió gratamente. “Estamos acostumbrados a que aquí en Guayaquil no se dan esas cosas. Mi afán es que tengamos la oportunidad de dar servicio para los que pueden pagar la entrada y para los que no pueden pagar la entrada (en el caso de los estudiantes)”. Caputi expresa su felicidad después del concierto (que empezó a las 20:40): “Estoy impresionada, la calidad de la orquesta es increíble”.
Otro que coincide con ella es el crítico de cine Jorge Suárez. Para él esa noche la música se le convirtió en “ráfagas de vienteo”, en poesía. “Va más allá de lo que he esperado. Es lo más profesional que he escuchado este año”, agregó. La pianista Cecilia Marcillo expresó simplemente que el director de orquesta fue una maravilla.
Del argentino Julio Cortázar, hay una frase que, aplicada a la filarmonía, le viene bien a la Orquesta: no haremos música, ella nos hará a nosotros... Así fue.